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Es la analítica de sangre que se solicita dentro del examen preoperatorio, como paso previo e indispensable a una cirugía. Este análisis nos permite hacernos una idea del estado general del paciente y detectar posibles problemas de coagulación que pueden provocar una hemorragia o una trombosis durante la operación.
No debe realizarse ninguna intervención quirúrgica sin disponer de los resultados de este análisis y tomar las medida oportunas en caso de encontrar alguna irregularidad, pues podría acarrear graves riesgos para la salud e incluso comprometer la vida del paciente.
El estudio preoperatorio de un paciente consiste en una serie de pruebas que dan al cirujano información sobre el estado general de salud del paciente antes de operar, para minimizar al máximo los riesgos derivados de cualquier operación.
Las pruebas que se suelen realizar dependen del tipo de cirugía, la edad e historia médica del paciente y del tipo de anestesia que se vaya a efectuar, pero la analítica para el preoperatorio, un electrocardiograma y una visita con el anestesista son básicos en toda cirugía.
Este perfil está diseñado para todas aquellas personas que necesitan realizarse una analítica de sangre para una operación quirúrgica.
IMPORTANTE: En caso de necesitar una prueba RT-PCR Covid-19 para entrar a quirófano, puedes solicitarla en nuestro laboratorio.
Si vas a someterte a una intervención quirúrgica, esta analítica completa le dará al especialista la información necesaria para tratar tu caso adecuadamente incluyendo hematología, bioquímica, ionograma, estudio de coagulación y estudio de principales enfermedades víricas.
La analítica preoperatoria reunirá toda la información necesaria de tu estado de salud antes de una intervención quirúrgica. Esto permite estimar los riesgos y tomar las medidas de seguridad necesarias.
Actualmente nuestro estilo de vida y dentro de este nuestra alimentación puede implicar en mediana edad a un aumento de la glucemia basal y a un diagnóstico de Diabetes tipo II que ha aumentado de forma drástica en los últimos años. Así una prueba sencilla y rápida anual sería recomendable a partir de una edad como seguimiento de nuestra salud.
La prueba se debería realizar como parte de un examen rutinario anual sobretodo en edades por encima de los 50 años para detectar a tiempo una posible diabetes tipo II. También se debe de hacer como cuando padezca algún síntoma sugestivo de hiper o hipoglucemia. En el embarazo es una prueba obligatoria (TEST DE O´SULLIVAN) para descartar una diabetes gestacional.
Esta prueba mide la cantidad de glucosa en sangre o en orina. La glucosa es un azúcar simple que constituye la fuente principal de energía para el organismo y la única fuente de energía para el cerebro y el sistema nervioso. Es muy importante garantizar el suministro constante de glucosa en previsión de su necesidad; además, la glucosa en sangre debe mantenerse a unos niveles relativamente constantes en la sangre.
Durante la digestión, frutas, vegetales, pan y otros hidratos de carbono son transformados a glucosa (y a algunos otros nutrientes), absorbidos por el intestino delgado, y distribuidos a través de la circulación hacia las distintas partes del organismo. La utilización de glucosa por el organismo depende de la disponibilidad de la insulina, una hormona producida por el páncreas. La insulina actúa controlando el transporte de glucosa al interior de las células del organismo, e informa al hígado de almacenar el exceso de glucosa en forma de glucógeno para un almacenamiento a corto plazo y/o en forma de triglicéridos en las células adiposas (grasa).
Normalmente los niveles de glucosa aumentan después de las comidas y tras la ingresión de la glucosa en las células baja entres 2 - 3 horas. Todo esto se produce de esta manera si el páncreas funciona correctamente segregando la cantidad de insulina necesaria. Si la cantidad de insulina no es la necesaria tendremos niveles altos de glucemia tras 2-3 horas.
La prueba de glucosa en sangre puede utilizarse para el cribado de la diabetes y de estados pre-diabéticos en individuos sanos asintomáticos, debido a que la diabetes es una enfermedad frecuente que se inicia con pocos síntomas. El cribado para la glucosa puede realizarse como formando parte de campañas de salud pública o como parte de los programas sanitarios de los distintos centros de trabajo. Es posible que también se solicite en el curso de un examen físico de rutina. El cribado reviste una especial importancia en individuos con elevado riesgo de desarrollar diabetes, como aquéllos con una historia familiar de diabetes, aquéllos con sobrepeso y aquéllos que ya sobrepasan los 40 ó 45 años de edad.
La prueba de glucosa también puede solicitarse para ayudar a diagnosticar diabetes cuando se presentan síntomas de hiperglicemia, como:
o síntomas de hipoglicemia, como:
También es recomendable la realización de la prueba en las siguientes situaciones, en las que la glucemia puede aumentar o disminuir:
Acromegalia
Estrés agudo (en respuesta a un traumatismo, a un infarto agudo de miocardio o a un accidente vascular cerebral, por ejemplo)
Insuficiencia renal crónica
Síndrome de Cushing
Comer en exceso
Hipertiroidismo
Cáncer de páncreas
Pancreatitis
Hipotiroidismo
Insulinomas
Ingesta de alcohol
Glucosa en ayunas:
De 70 a 110 mg/dl (3.9 - 6.16 mmol/L)- Tolerancia normal a la glucosa
De 110 - 120 mg/dl ( 6.16 - 6.72 mmol/L) - Alteración de la glucosa en ayunas
Mayor a 120 mg/dl (> 6.72 mmol/L) - Diabetes
Para el diagnóstico de la diabetes se necesita al menos 2 pruebas confirmatorias en días alternos.
Test de Tolerancia Oral de Glucosa ( TOG)
Obtención de la muestra 2 horas después de haber bebido 75g de glucosa.
Menos de 140 mg/dl (7.8mmol/L) - Tolerancia normal de glucosa
De 140 - 200 mg/dl (7.8 a 11.1 mmol/L) - Tolerancia alterada a la glucosa
Mayor a 200 mg/dl (11.1 mmol/L)- Diabetes.
¿Cómo se sabe si yo puedo tener una diabetes?
Existen 2 tipos de diabetes ; la primera es la diabetes tipo I la cual tiene una sintomatología muy clara en la cual se integran síntomas como la poliuria, polifagia ( muchas ganas de comer), polidipsia ( necesidad exagerada de beber ) y por supuesto la astenia. En esa la irrupción es muy rápida y fácilmente diagnosticable. Pero la Diabetes tipo II es una enfermedad silente que en la mayoría de los casos no cursa con ninguna sintomatología evidente y por ello hay que realizar pruebas anuales de screnning llegados a una determinada edad adulta.
¿Cuáles son los tratamientos habituales de la diabetes?
Para la diabetes de tipo 2, que es el tipo más común de diabetes, la pérdida de peso, seguir una dieta sana rica en fibra y pobre en carbohidratos, y practicar ejercicio físico con regularidad pueden ser suficientes para disminuir los niveles de glucosa en sangre. No obstante, a menudo para alcanzar unos niveles de glucosa deseables, se hace necesario tomar medicamentos por vía oral, con la finalidad de incrementar tanto la secreción de insulina por parte del organismo como la sensibilidad a la misma. En el caso de la diabetes de tipo 1 (y en aquellas diabetes de tipo 2 que no respondan suficientemente bien al tratamiento oral), se requiere de la inyección de insulina varias veces al día.
Actualmente nuestro estilo de vida y dentro de este nuestra alimentación puede implicar en mediana edad a un aumento de la glucemia basal y a un diagnóstico de Diabetes tipo II que ha aumentado de forma drástica en los últimos años. Así una prueba sencilla y rápida anual sería recomendable a partir de una edad como seguimiento de nuestra salud.
La creatinina es una determinación fiable para saber si nuestros riñones funcionan correctamente. Así se debe hacerse el test toda aquella persona que tenga patologías como la diabetes, enfermedades que afecten de base a los riñones ( IRC, Síndrome nefrótico,etc). También rutinariamente por lo menos una vez al año para ver si realmente estamos ingiriendo una cantidad correcta de líquidos y proteína para una correcta funcionalidad renal.
En el contexto de controles médicos habituales; cuando el médico sospecha que puede existir una disfunción renal o ante enfermedades agudas o crónicas que podrían empeorar por una disfunción renal o que podrían afectar a los riñones; regularmente, para monitorizar el tratamiento de la enfermedad renal o para controlar la función renal cuando se toman ciertos medicamentos.
Para tod@s aquell@s los cuales estan debido a un entrenamiento deportivo con una intensidad elevada y por lo tanto llevan una ingesta elevada en proteínas se recomienda la realización de esta prueba para seguimiento renal junto con la urea.
Esta prueba mide la cantidad de creatinina presente en sangre y/u orina. La creatinina es un producto de desecho producido en los músculos a partir de la degradación de un compuesto conocido como creatina. La creatina forma parte de un ciclo en el que se produce la energía necesaria para contraer los músculos. Tanto la creatina como la creatinina se producen en el organismo a una tasa relativamente constante. Prácticamente toda la creatinina se excreta por los riñones, de manera que los niveles sanguíneos de creatinina constituyen una buena medida del funcionalismo renal. La cantidad de creatinina producida depende del tamaño de la persona y de su masa muscular. Por este motivo, las concentraciones de creatinina son ligeramente superiores en hombres que en mujeres y niños.
La creatinina puede solicitarse rutinariamente en un control médico habitual. También puede solicitarse cuando existen molestias inespecíficas, o ante situaciones agudas, y/o cuando el médico sospecha que los riñones no funcionan adecuadamente. Algunos de los signos y síntomas de una disfunción renal incluyen:
La creatinina en sangre puede solicitarse regularmente junto con la urea en sangre y la albúmina en orina cuando existe una alteración renal conocida o una enfermedad que puede afectar a la función renal o puede estar exacerbada por dicha disfunción. Urea y creatinina pueden solicitarse previamente a o durante algunos tipos de tratamiento, y también antes y después de una diálisis para monitorizar la eficacia del tratamiento.
Un resultado normal oscila de 0.7 a 1.3 mg/dL para los hombres y de 0.6 a 1.1 mg/dL para las mujeres.
Las mujeres generalmente tienen niveles de creatinina más bajos que los hombres. Esto se debe a que ellas normalmente tienen menor masa muscular. El nivel de creatinina varía con base en la talla y la masa muscular de una persona.
Los ejemplos de arriba son mediciones comunes para los resultados de estos exámenes. Los rangos de los valores normales pueden variar ligeramente entre diferentes laboratorios. Algunos laboratorios utilizan diferentes mediciones o analizan muestras diferentes.
Un nivel superior a lo normal puede deberse a:
Un nivel inferior a lo normal puede deberse a:
¿Pueden modificarse los niveles de creatinina con el ejercicio?
Generalmente, el ejercicio moderado no modifica las concentraciones de creatinina. A medida que uno realiza más ejercicio y empieza a ganar masa muscular, los niveles de creatinina empiezan a aumentar ligeramente, aunque no hasta niveles anormales.
¿Puede tener algún efecto la dieta con los niveles de creatinina?
Generalmente, los niveles de creatinina no variarán si se sigue una dieta normal. Las concentraciones de creatinina pueden ser un 10%-30% más altas en individuos cuya dieta es muy rica en carnes.
¿Aumentan los niveles de creatinina si tomamos creatina?
La cantidad de creatina y de creatinina depende de la masa muscular, de tal manera que los hombres suelen tener unos niveles superiores a los de las mujeres. La creatina está actualmente disponible en forma de suplemento dietético. Si se toma creatina, es posible que los niveles de creatinina sean superiores a si no se tomara el suplemento de creatina.
¿Varían los valores de creatinina con la edad?
Los niveles de creatinina se relacionan tanto con la masa muscular como con la función renal. A medida que se envejece, la masa muscular disminuye y a la vez el riñón tiende a funcionar menos eficazmente. El resultado final es que no se va a producir un cambio muy acusado de los niveles de creatinina en sangre a medida que uno se hace mayor.
La creatinina es una determinación fiable para saber si nuestros riñones funcionan correctamente. Así se debe hacerse el test toda aquella persona que tenga patologías como la diabetes, enfermedades que afecten de base a los riñones ( IRC, Síndrome nefrótico,etc). También rutinariamente por lo menos una vez al año para ver si realmente estamos ingiriendo una cantidad correcta de líquidos y proteína para una correcta funcionalidad renal.
Para detectar lesiones hepáticas o como ayuda en el diagnóstico de la enfermedad hepática.
Cuando se detecta signos de enfermedad hepática o más rutinariamente para evaluación de salud en controles o chequeos básicos de manera periódica
La aspartato aminotransferasa (AST) es un enzima distribuido por las células de todo el organismo aunque se halla principalmente en las células del hígado y del corazón; también se encuentra en pequeñas cantidades en el riñón y en los músculos. En condiciones normales, los niveles de AST en sangre son bajos, pero cuando existe lesión hepática o muscular, la AST se libera al torrente sanguíneo; por este motivo la AST es un buen indicador de lesión hepática.
El hígado es un órgano vital situado en la parte superior derecha del abdomen que está implicado en múltiples e importantes funciones del organismo. El hígado ayuda a procesar los nutrientes, produce la bilis para poder digerir las grasas, produce muchas proteínas como los factores de la coagulación, además de degradar sustancias potencialmente tóxicas hacia sustancias menos dañinas que el organismo acabará utilizando o excretando..
Las dos pruebas consideradas como más importantes en la detección de daño hepático son la AST y la ALT, siendo la segunda más específica que la primera. A veces, se calcula un cociente entre AST y ALT (AST/ALT) que puede ser de ayuda para distinguir entre distintas causas de lesión hepática y para saber si puede existir afectación muscular o cardíaca.
En la evaluación de las causas posibles de una lesión hepática los valores de AST se suelen comparar con los de otras pruebas como la fosfatasa alcalina, la bilirrubina y las proteínas totales.
La AST se solicita juntamente con otras pruebas para evaluar a una persona con signos y síntomas de lesión hepática. Algunos de estos signos y síntomas incluyen:
Puede solicitarse la determinación de AST de manera aislada o juntamente con otras pruebas en las siguientes situaciones:
El rango normal suele ser de 10 a 40 UI/L.
El rango podría tener variabilidad en diferentes laboratorios debido a la técnica empleada, así se deberá tener en cuenta siempre los valores de referencia del laboratorio en el que se realice.
Niveles muy elevados de AST (más de 10 veces el límite superior del intervalo de referencia) suelen deberse a hepatitis agudas, a menudo causadas por una infección vírica. En las hepatitis agudas, la AST se mantiene elevada durante uno o dos meses y puede tardar entre 3 y 6 meses en normalizarse. Los niveles de AST también pueden aumentar de manera marcada (hasta 100 veces) a consecuencia de la exposición a fármacos u otras sustancias tóxicas para el hígado, así como por circunstancias que causen una disminución del flujo sanguíneo (isquemia) hacia el hígado. La AST también puede aumentar después de un infarto agudo de miocardio y en lesiones musculares, y normalmente de manera mucho más marcada que la ALT.
¿ En qué otras enfermedades se puede elevar la AST?
En otras patologías como el infarto de miocardio ,en el hipotiroidismo, en la pancreatitis aguda y de forma más común en la realización de un ejercicio físico de alta intensidad ya que no olvidemos que parte de este se encuentra en músculo.
¿Qué otras pruebas puedo utilizar para evaluar la causa de la enfermedad hepática?
Para ver cual es la causa de la elevación de la AST podemos valorar entre otras pruebas:
Pruebas de la hepatitis A, B y C
Pruebas para detectar exposición a fármacos o sustancias tóxicas para el hígado
Etanol
Cobre y ceruloplasmina si se sospecha enfermedad de Wilson
Hierro, pruebas relacionadas con el metabolismo del hierro y ciertas pruebas genéticas para la hemocromatosis hereditaria
Para detectar lesiones hepáticas o como ayuda en el diagnóstico de la enfermedad hepática.
Se debe realizar un análisis de ALT junto con otras pruebas de evaluación hepática cuando tenemos sospecha de patología hepática, para seguimiento de alguna medicación o enfermedad ya diagnosticada o más comúnmente para la evaluación periódica de nuestra salud hepática en un análisis rutinario de salud.
Cuando exista alguna sospecha de enfermedad hepática o por rutina de salud en cualquier examen de salud periódico a realizar.
La alanina aminotransferasa (ALT) es un enzima que se halla principalmente en las células del hígado y del riñón; también se encuentra en pequeñas cantidades en el corazón y en los músculos. En condiciones normales, la concentración de ALT en sangre es baja, pero cuando existe lesión hepática la ALT se libera al torrente circulatorio, incluso antes de que aparezcan signos evidentes de lesión hepática, como ictericia. La ALT es muy útil para detectar enfermedad hepática.
El hígado es un órgano vital situado en la parte superior derecha del abdomen que está implicado en múltiples e importantes funciones del organismo. El hígado ayuda a procesar los nutrientes, produce la bilis para poder digerir las grasas, produce muchas proteínas como los factores de la coagulación, además de degradar sustancias potencialmente tóxicas hacia sustancias menos dañinas que el organismo acabará utilizando o excretando.
La determinación de ALT en sangre se utiliza para detectar lesión hepática.
Las dos pruebas consideradas como más importantes en la detección de daño hepático son la ALT y la AST, siendo la primera más específica que la segunda. A veces, se calcula una cociente entre AST y ALT (AST/ALT) que puede ser de ayuda para distinguir entre distintas causas de lesión hepática y saber si puede existir daño muscular o cardíaco.
En la evaluación de las causas posibles de una lesión hepática los valores de ALT se suelen comparar con los de otras pruebas como la fosfatasa alcalina, la bilirrubina y las proteínas totales.
La ALT se solicita juntamente con otras pruebas para evaluar a una persona con signos y síntomas de lesión hepática. Algunos de estos signos y síntomas incluyen:
Puede solicitarse la determinación de ALT de manera aislada o juntamente con otras pruebas en las siguientes situaciones:
El rango normal suele ser :
Hombres: 10 a 40 UI/L
Mujeres: 7 a 35 UI/L
El rango podría tener variabilidad en diferentes laboratorios debido a la técnica empleada, así se deberá tener en cuenta siempre los valores de referencia del laboratorio en el que se realice.
En condiciones normales, los niveles de ALT en sangre son bajos.Por lo tanto concentraciones de ALT muy elevadas (más de 10 veces el límite superior del intervalo de referencia) suelen deberse a hepatitis agudas, a menudo a causa de un infección vírica. En las hepatitis agudas la ALT se mantiene elevada durante uno o dos meses y puede tardar entre 3 y 6 meses en normalizarse. Los niveles de ALT también pueden estar elevados de manera importante (hasta 100 veces) debido a la toma de ciertos medicamentos o por el efecto de sustancias tóxicas para el hígado, así como por una disminución de flujo sanguíneo (isquemia) hepático.
En la mayor parte de enfermedades hepáticas los niveles de ALT son superiores a los de AST, de manera que el cociente AST/ALT estará disminuido (inferior a 1). Sin embargo, existen algunas excepciones, como la hepatitis alcohólica, la cirrosis y las lesiones musculares o cardíacas; en estos casos el cociente AST/ALT puede ser mayor a 1.
¿En qué otras enfermedades se puede elevar la ALT?
En otras patologías como el infarto de miocardio ,en el hipotiroidismo, en la pancreatitis aguda y de forma más común en la realización de un ejercicio físico de alta intensidad ya que no olvidemos que parte de este se encuentra en músculo.
¿Qué otras pruebas puedo utilizar para evaluar la causa de la enfermedad hepática?
Para ver cual es la causa de la elevación de la ALT podemos valorar entre otras pruebas:
Pruebas de la hepatitis A, B y C
Pruebas para detectar exposición a fármacos o sustancias tóxicas para el hígado
Etanol
Cobre y ceruloplasmina si se sospecha enfermedad de Wilson
Hierro, pruebas relacionadas con el metabolismo del hierro y ciertas pruebas genéticas para la hemocromatosis hereditaria
Se debe realizar un análisis de ALT junto con otras pruebas de evaluación hepática cuando tenemos sospecha de patología hepática, para seguimiento de alguna medicación o enfermedad ya diagnosticada o más comúnmente para la evaluación periódica de nuestra salud hepática en un análisis rutinario de salud.
Para determinar si existe algún problema con los electrolitos o con el equilibrio ácido-base y para monitorizar tratamientos.
Como parte de un perfil básico de electrolitos o de un perfil metabólico o si su médico piensa que puede haber un desequilibrio electrolítico.
El cloruro es un electrolito, un ión cargado negativamente que trabaja juntamente con otros electrolitos, tales como el potasio, el sodio y el bicarbonato para ayudar a regular la cantidad de líquido en el organismo y para mantener el equilbrio ácido-base. El cloruro está presente en todos los líquidos del organismo pero se encuentra en mayor concentración en la sangre y en el líquido extracelular. La mayor parte del tiempo, las concentraciones de cloruro correlacionan con las de sodio, aumentando y disminuyendo al mismo tiempo y por las mismas razones y en relación directamente proporcional. Sin embargo, cuando hay un desequilbrio ácido-base, la concentración de cloruro en la sangre puede cambiar independientemente de la concentración de sodio ya que el cloruro actúa como tampón; ayuda a mantener la neutralidad eléctrica a nivel celular entrando y saliendo de las células cuando así se requiere.
El cloruro entra en el organismo a través de la dieta y de la sal de mesa, que está constituida por iones de sodio y de cloruro. La mayor parte del cloruro se absorbe a nivel intestinal, y el exceso se elimina por vía urinaria. La concentración de cloruro en la sangre se mantiene estable, con una ligera disminución después de las comidas (ya que el estómago produce ácido después de las comidas, utilizando el cloruro de la sangre).
El cloruro en sangre casi nunca se solicita aisladamente. Normalmente forma parte de un perfil de electrolitos o de un perfil metabólico básico u otro más completo que suelen formar parte de un examen médico de rutina. El cloruro puede solicitarse cuando se sospecha de la existencia de acidosis o alcalosis o cuando el paciente presenta síntomas como:
Algunas de estas pruebas pueden solicitarse a intervalos regulares cuando el paciente tiene una enfermedad o proceso o está tomando algún tipo de medicación que pueda afectar al equilibrio electrolítico. Los perfiles de electrolitos o metabólicos básicos se usan frecuentemente para monitorizar el tratamiento de ciertos problemas como la tensión arterial elevada (hipertensión), insuficiencia cardíaca y enfermedad renal y hepática.
El cloruro en la orina puede determinarse juntamente con el sodio en la orina o en la sangre cuando se evalúa la causa de una concentración elevada o disminuida de cloruro en la sangre. El médico se fijará si los cambios en la concentración de cloruro correlacionan con los de sodio. Esto ayuda a determinar si hay un desequilibrio ácido-base y ayuda a guiar el tratamiento.
Rango de valores normales: 96 a 106 milimoles por litro (mmol/L).
La concentración elevada de cloruro (conocida como hipercloremia) normalmente indica deshidratación, pero puede darse también con cualquier otro problema que curse con una concentración elevada de sodio en la sangre, como un síndrome de Cushing o una enfermedad renal. La hipercloremia también puede darse cuando hay una pérdida excesiva de base (produciendo acidosis metabólica) o cuando una persona hiperventila (causando alcalosis respiratoria).
La concentración disminuida de cloruro en sangre (conocida como hipocloremia) se da cuando hay algún problema que curse con una concentración disminuida de sodio en la sangre. La hipocloremia también puede ocurrir en la insuficiencia cardíaca congestiva, en vómitos prolongados o tras una aspiración gástrica, en la enfermedad de Addison, en enfisema u otras enfermades pulmonares crónicas (causando acidosis respiratoria) y cuando existen pérdidas de ácido del organismo (alcalosis metabólica).
Un aumento de las concentraciones de cloruro en orina pueden indicar la existencia de deshidratación, ayuno, enfermedad de Addison o aumento de su ingesta. En una persona sometida a dieta con aporte restringido de sal, la presencia de niveles tanto de cloruro como de sodio elevados en sangre son indicativos de que no está siguiendo la dieta sin sal.
Unos niveles de cloruro en orina bajos pueden observarse en el síndrome de Cushing, en el de Conn, en la insuficiencia cardíaca congestiva, en síndromes de malabsorción y en diarreas.
¿Existen recomendaciones dietéticas para la ingesta de cloruro?
Sí. El cloruro está presente en muchos vegetales y en otros alimentos como algas, centeno, tomates, lechugas, apio y aceitunas. La sal de mesa y los alimentos precocinados contribuyen a que la población probablemente consuma más cloruro del necesario. Normalmente se recomienda que el consumo de cloruros en adolescentes y en adultos hasta los 50 años de edad sea aproximadamente de 2.3 gramos por día. Las recomendaciones pueden variar en función de la edad, del sexo y de algunos otros factores. Por ejemplo, las mujeres embarazadas o las que amamantan a sus hijos requieren un mayor aporte de cloruro mientras que los niños y los ancianos requieren de cantidades menores.
Para determinar si existe algún problema con los electrolitos o con el equilibrio ácido-base y para monitorizar tratamientos.
Para evaluar los niveles y la actividad del fibrinógeno, normalmente como parte de la investigación de un posible trastorno por sangrado o de un episodio trombótico (formación de un coágulo de sangre); a veces se utiliza en la evaluación del riesgo cardiovascular.
Ante sangrados o ante episodios trombóticos; cuando el tiempo de protrombina (TP) o el tiempo de tromboplastina parcial (TTP) están prolongados; si se tiene un familiar con una anomalía o un déficit hereditario del fibrinógeno; cuando el médico precisa información adicional para evaluar el riesgo de desarrollar enfermedad cardíaca.Puede solicitarse en la analítica de un preoperatorio.
El fibrinógeno es un factor de la coagulación (factor I), una proteína esencial para la formación del coágulo sanguíneo. Se dispone de dos tipos de pruebas para evaluar el fibrinógeno: la prueba de actividad de fibrinógeno evalúa como funciona el fibrinógeno en el momento de formar un coágulo mientras que la prueba de fibrinógeno antígeno mide la cantidad de fibrinógeno en sangre.
El fibrinógeno se produce en el hígado y se libera a la circulación cuando se necesita, juntamente a otros factores de la coagulación. Normalmente, cuando un tejido del organismo o una pared vascular están lesionados, un proceso llamado hemostasia permite la formación de un tapón en el sitio de la lesión para impedir o limitar el sangrado. Unos fragmentos celulares conocidos como plaquetas se adhieren y se agregan en el foco de la lesión, iniciándose así la cascada de la coagulación que supone la activación sucesiva de diversos factores de la coagulación.
A medida que esta cascada va completándose, el fibrinógeno soluble se transforma en hebras de fibrina insolubles. Estas hebras se entrecruzan para formar una malla o red de fibrina, estabilizándose posteriormente en el sitio donde se ha producido la lesión. La red de fibrina se adhiere allí junto a las plaquetas, para formar así un coágulo estable. Esta barrera impide pérdidas de sangre adicionales y permanece en el foco hasta que la zona ha cicatrizado.
Para garantizar un correcto proceso de la coagulación y la subsiguiente formación de un coágulo estable debe existir un número de plaquetas adecuado y suficiente cantidad de cada uno de los factores de la coagulación. Si los factores o las plaquetas son disfuncionantes o están en cantidades inadecuadas (por defecto o en exceso) se pueden presentar episodios de sangrado y/o se pueden formar coágulos inapropiadamente (trombosis). Existen muchas pruebas de laboratorio además del fibrinógeno que se utilizan normalmente en la evaluación de la hemostasia.
Actualmente se sabe que las pruebas realizadas en el laboratorio se basan en lo que sucede artificialmente (in vitro) y que no tienen por qué reflejar exactamente lo que sucede realmente en el organismo (in vivo). No obstante, estas pruebas pueden emplearse para evaluar componentes específicos del sistema de la hemostasia. La prueba que mide la actividad del fibrinógeno evalúa la parte de la hemostasia durante la cual el fibrinógeno soluble se convierte en hebras de fibrina. Adicionando trombina a la muestra analizada, se consigue evaluar la función del fibrinógeno.
La prueba de fibrinógeno actividad mide el tiempo que tarda en formarse un coágulo de fibrina después de la adición de una cantidad estándar de trombina al plasma. Esta prueba evalúa la función del fibrinógeno, su capacidad de convertirse a fibrina. El tiempo que se tarda en formar un coágulo se correlaciona directamente con la cantidad de fibrinógeno activo de la muestra. La obtención de unos tiempos de formación del coágulo prolongados puede deberse a concentraciones disminuidas de un fibrinógeno que funciona normalmente o bien a la presencia de un fibrinógeno disfuncionante.
La prueba de fibrinógeno antígeno se basa en la utilización de un anticuerpo que se une al fibrinógeno de la muestra. Mediante esta prueba se mide la cantidad, aunque no la actividad, del fibrinógeno.
El fibrinógeno constituye uno de los muchos factores sanguíneos conocidos como reactantes de fase aguda. Los niveles en sangre de fibrinógeno y de otras sustancias reactantes de fase aguda aumentan marcadamente ante situaciones que causan lesiones o inflamaciones tisulares agudas. Las pruebas de laboratorio empleadas para medir estos reactantes de fase aguda, entre los cuales se cuenta el fibrinógeno, se utilizan para determinar la magnitud de la inflamación.
El médico puede solicitar una prueba de fibrinógeno actividad ante:
El fibrinógeno antígeno puede determinarse ante disminuciones de la actividad del fibrinógeno, para conocer si éstas se deben a una cantidad insuficiente de fibrinógeno o a un fibrinógeno disfuncionante.
A veces, la determinación de fibrinógeno se realiza junto a otras pruebas cuando el médico pretende evaluar el riesgo de un individuo de desarrollar enfermedad cardiovascular ya que niveles elevados de fibrinógeno se han asociado a enfermedad coronaria arterial, a infarto agudo de miocardio y a enfermedad arterial periférica.
Los resultados del análisis del fibrinógeno se expresan como concentración de la proteína en sangre. La actividad de fibrinógeno se traduce a concentraciones para poder establecer comparaciones con los resultados del fibrinógeno antígeno.
Unos resultados normales de la prueba de fibrinógeno actividad reflejan una capacidad normal de coagulación en el organismo.
Una actividad de fibrinógeno reducida de manera significativa puede deberse a disminuciones de los niveles de fibrinógeno o bien a presencia de fibrinógeno disfuncionante. Disminuciones tanto de la actividad como de los niveles de antígeno del fibrinógeno se asocian a una incapacidad para formar coágulos de sangre estables.
Concentraciones bajas que se mantienen de manera crónica pueden relacionarse con una producción disminuida debida a una enfermedad hereditaria como la afibrinogenemia o hipofibrinogenemia, o a una enfermedad adquirida como enfermedad hepática terminal o malnutrición severa.
Concentraciones bajas instauradas de manera aguda suelen relacionarse con consumo aumentado de fibrinógeno, como puede observarse en una coagulación intravascular diseminada (CID) y en fibrinolisis anómalas. A veces, también puede observarse una concentración disminuida de fibrinógeno después de transfusiones de sangre de elevado volumen, administradas de manera rápida y en personas malnutridas.
A veces se evalúan los resultados estableciendo un cociente entre el fibrinógeno antígeno y el fibrinógeno actividad. Esto puede ser útil para distinguir entre disfibrinogenemia (cociente elevado) e hipofibrinogenemia (cociente cercano a 1).
El fibrinógeno es un reactante de fase aguda, y ello significa que su concentración puede aumentar de manera marcada en cualquier situación que cause una inflamación o lesión tisular. Una concentraciones elevadas de fibrinógeno no son específicas –no informan al médico sobre la causa o la localización del problema. Normalmente, estas elevaciones son transitorias, normalizándose después de que se haya resuelto el problema subyacente. Se pueden observar valores elevados en:
¿Qué se puede hacer para reducir la concentración de fibrinógeno?
Si la concentración de fibrinógeno está aumentada debido a un embarazo o a un proceso inflamatorio agudo, volverá probablemente a sus valores normales por sí misma una vez se haya resuelto el problema de base. Si el aumento es debido a una causa como una artritis reumatoide, el médico podrá intervenir muy poco para modificar la concentración. Si el médico cree que el riesgo de enfermedad cardiovascular está aumentado a consecuencia de una concentración elevada de fibrinógeno, se podría introducir cambios en el estilo de vida que también supondrían un beneficio para otros factores de riesgo, como una reducción del colesterol y un aumento del colesterol HDL. Existe también cierta evidencia de que dietas ricas en ácidos grasos (aceites de pescado) del tipo omega-3 y omega-6 pueden contribuir a reducir la concentración de fibrinógeno.
¿En qué consiste la diferencia entre fibrinógeno, dímero-D y los productos de degradación de la fibrina (PDF)?
La prueba de fibrinógeno actividad evalúa la conversión de fibrinógeno a fibrina; la de fibrinógeno antígeno mide la cantidad de factor I soluble (disuelto en la sangre), antes de que se convierta en fibrina insoluble y se transforme en una red de fibrina. Tanto el dímero-D como los PDF ayudan a evaluar el estado del sistema fibrinolítico, que es la capacidad del organismo para romper los coágulos sanguíneos y eliminarlos una vez ya no son necesarios. La prueba que mide los PDF constituye una medida del conjunto de fragmentos del coágulo que se ha disuelto, mientras que el dímero-D constituye una medida más específica de uno de los fragmentos que están entrelazados en la malla de fibrina y que se degradan.
¿Es posible que el fibrinógeno esté disminuido o sea anómalo sin darse cuenta de ello?
Sí. Muchas personas tienen un proceso de la coagulación relativamente normal a pesar de que los niveles de fibrinógeno o su actividad estén disminuidos. Sólo se identificará la alteración en el caso de que se sangre más de lo esperado después de una intervención quirúrgica o un traumatismo, o de que se realice algún estudio de la hemostasia (coagulación) por algún otro motivo, como por ejemplo, antes de una intervención quirúrgica.
Para evaluar los niveles y la actividad del fibrinógeno, normalmente como parte de la investigación de un posible trastorno por sangrado o de un episodio trombótico (formación de un coágulo de sangre); a veces se utiliza en la evaluación del riesgo cardiovascular.
El hemograma se emplea como prueba de cribado muy general para determinar el estado de salud de las personas. Algunos de sus usos se describen a continuación:
En un hemograma se evalúan los tres grandes tipos de células que circulan por la sangre:
Para determinar el estado general de salud; para detectar, diagnosticar o monitorizar una gran variedad de enfermedades que pueden afectar a las células de la sangre, como la anemia, infecciones, inflamaciones, trastornos hemorrágicos o cáncer.
El hemograma es una prueba en la que se evalúa el estado de las células de la sangre; estas se dividen en tres grandes tipos que circulan suspendidos en un fluido conocido como plasma. Los tipos celulares son: hematíes (o eritrocitos o glóbulos rojos), leucocitos (o glóbulos blancos) y plaquetas. Todas estas células se producen y maduran principalmente en la médula ósea, y normalmente, se liberan hacia la sangre a medida que se van necesitando.
El hemograma se realiza con un instrumento que proporciona un recuento automatizado de las células de la sangre y suministra otros varios parámetros que indican las características de las células. Un hemograma estándar incluye:
Anormalidades importantes en alguno o varios de los tipos celulares son indicativas de una variedad de trastornos y se deberá solicitar oras pruebas adicionales para conocer su causa. A menudo es necesaria una observación de una extensión de sangre al microscopio. El especialista de laboratorio mira la extensión teñida al microscopio y puede valorar las características de las células, como tamaño, forma y color. Cualquier información adicional se añade a la proporcionada por el analizador automático, y los hallazgos se informan al médico solicitante.
Los tres tipos de células de la sangre evaluadas incluyen:
Leucocitos
Existen cinco tipos diferentes de leucocitos necesarios para mantener una buena salud y necesarios para combatir infecciones y otras enfermedades. Son los neutrófilos, linfocitos, basófilos, eosinófilos y monocitos, y están presentes en la sangre en porcentajes relativamente estables. Las proporciones pueden aumentar o disminuir dependiendo de lo que esté ocurriendo en nuestro organismo en un momento dado. Por ejemplo, una infección puede hacer aumentar el número de neutrófilos para combatir y erradicar infecciones bacterianas. En las alergias puede haber un incremento en el número de eosinófilos. En infecciones víricas puede aumentar el número de linfocitos. Y en ciertas enfermedades, como en las leucemias, algunas células de la serie blanca o leucocitarias (inmaduras y anómalas) se multiplican rápidamente, haciendo aumentar el número de leucocitos.
Hematíes
Los hematíes (o eritrocitos) se producen en la médula ósea y se liberan hacia la sangre a medida que van madurando. Contienen hemoglobina, que es una proteína que transporta el oxígeno por todo el organismo. Los hematíes tienen una vida de 120 días; la médula ósea está contínuamente produciendo hematíes para ir reemplazando los que van muriendo o los que se pierden por sangrados. Además de los sangrados, son varios los trastornos que pueden repercutir sobre la producción de nuevos hematíes o sobre su tiempo de vida.
En el hemograma se evalúa el número de hematíes, la cantidad de hemoglobina, la proporción de la sangre representada por los hematíes (hematocrito) y si el conjunto de hematíes parece normal. Todos los eritrocitos tienen habitualmente una forma y tamaño muy similares. Sin embargo pueden observarse variaciones en las deficiencias de vitamina B12 y folato (ácido fólico), en la deficiencia de hierro y en una gran variedad de trastornos. Si no hay suficientes eritrocitos normales o si la cantidad de hemoglobina es inferior a un valor determinado, se dice que existe anemia y el individuo puede tener síntomas como fatiga y debilidad. Con menor frecuencia, puede observarse un exceso de hematíes o eritrocitos en la sangre (eritrocitosis o policitemia), que en casos extremos, puede interferir en el flujo de la sangre en venas y arterias de pequeño calibre.
Plaquetas
Las plaquetas o trombocitos son unos fragmentos celulares particulares que juegan un papel muy importante en la coagulación sanguínea. Si una persona no tiene suficientes plaquetas corre un mayor riesgo de sufrir hematomas y sangrar en exceso. Un exceso de plaquetas puede favorecer la formación de coágulos de manera inapropiada. Si las plaquetas no funcionan adecuadamente se pueden producir sangrados. En el hemograma se mide el número y el tamaño de las plaquetas presentes en la muestra de sangre.
El hemograma es una prueba muy común. Se solicita habitualmente para conocer el estado de salud de un individuo. Si se está sano y se tiene las diferentes poblaciones celulares dentro de los valores de referencia, no se requerirá otro hemograma hasta que se produzca un cambio en el estado de salud o hasta que el médico lo crea conveniente.
El hemograma se solicita cuando un individuo tiene signos o síntomas sugestivos de afectación de las células de la sangre. Si existe fatiga, debilidad, infección, inflamación, presencia de hematomas o sangrado, el médico puede solicitar un hemograma para intentar hallar la causa de la afectación y determinar su severidad.
El médico puede solicitar periódicamente un hemograma para el seguimiento de diversas condiciones y tratamientos.
Algunos tratamientos, como la quimioterapia, pueden afectar a la producción de células en la médula ósea. Algunos medicamentos pueden hacer disminuir el recuento de leucocitos.
El hemograma incluye:
Son muchas las situaciones y enfermedades que pueden hacer aumentar o disminuir los parámetros del hemograma; algunas de ellas pueden requerir tratamiento mientras que otras se resuelven espontáneamente.
Los resultados del hemograma se ven afectados por trasfusiones de sangre, si se han realizado poco tiempo antes del análisis.
Los valores de referencia del hemograma son distintos en bebés y en niños, respecto a los del adulto. El médico interpretará los resultados teniendo en cuenta los valores de referencia que proporcionan los laboratorios en función de cada grupo de edad.
¿Qué otras pruebas se solicitan cuando el hemograma está alterado?
Depende de los resultados, de la sospecha clínica, los antecedentes médicos y los hallazgos de la exploración física. Es posible que se tenga que realizar una extensión de sangre, y solicitar varias pruebas para evaluar la función de órganos (electrolitos, glucosa, urea, creatinina, perfil hepático, etc.). Pueden además añadirse algunas otras pruebas:
Si la alteración afecta a leucocitos puede realizarse un cultivo (hemocultivo, urinocultivo, cultivo de esputo), un frotis faringoamigdalar (faringoamigdalitis) o pruebas específicas para virus como mononucleosis o virus de Epstein-Barr. La proteína C reactiva y la velocidad de sedimentación globular pueden ser útiles para detectar inflamación.
Si están alterados los resultados de los hematíes, se solicita un recuento de reticulocitos, hierro sérico y estudios relacionados con el metabolismo del hierro, vitamina B12 y folato, G6PDH, o evaluación de hemoglobinopatías.
Si el recuento de plaquetas está alterado se solicitan pruebas de función plaquetaria u otras pruebas para descartar trastornos hemorrágicos o estados de hipercoagulabilidad sanguínea como tiempo de protrombina (TP), tiempo de tromboplastina parcial (TTP), factores de la coagulación o factor von Willebrand.
En caso de sospecha de enfermedades graves como leucemia, trastornos mieloproliferativos o algún otro trastorno de la médula ósea, se realiza una biopsia de médula ósea. También pueden ser necesarias otras muchas pruebas; el médico sabrá las que están más indicadas en cada caso.
El hemograma se emplea como prueba de cribado muy general para determinar el estado de salud de las personas. Algunos de sus usos se describen a continuación:
En un hemograma se evalúan los tres grandes tipos de células que circulan por la sangre:
Para detectar, diagnosticar y/o seguir la evolución de una infección por el virus de la hepatitis B (VHB); para determinar si la vacuna contra la hepatitis B ha producido el grado adecuado de inmunidad; a veces, como orientación al tratamiento y para evaluar su eficacia.
Si se presentan factores de riesgo para contraer la infección por el VHB o si se tienen signos o síntomas de una infección por el VHB; si se planifica un tratamiento inmunosupressor o una quimioterapia y se puede haber estado expuesto al VHB; si se está siendo tratado por una infección por el VHB.
Las pruebas de la hepatitis B permiten detectar si existe o ha existido una infección por el virus de la hepatitis B (VHB). Pueden detectarse proteínas víricas (antígenos), anticuerpos producidos en respuesta a la infección o material genético (ADN) del virus. El patrón de resultados obtenidos permite identificar una infección activa o conocer el estado inmunitario del individuo como consecuencia de una exposición anterior al VHB.
Una hepatitis se caracteriza por inflamación y aumento del tamaño del hígado. Reconoce varias causas, entre las cuales la infección por diversos virus. El VHB es uno de los cinco virus causantes de hepatitis víricas; los otros cuatro son los virus A, C, D y E.
El VHB se transmite por contacto con sangre u otros fluidos biológicos de una persona infectada. La exposición puede tener lugar por ejemplo compartiendo jeringuillas entre consumidores de drogas por vía intravenosa o por mantener relaciones sexuales sin protección alguna. Las personas que viven o viajan a áreas en las que la hepatitis B es prevalente están expuestas a mayor riesgo. Las madres pueden pasar la infección a sus bebés, normalmente en el momento del parto o poco después del nacimiento. El VHB no se transmite por cogerse de las manos, al toser o al estornudar. No obstante, una vez fuera del organismo, el virus puede sobrevivir hasta una semana, incluso en sangre seca, y por este motivo puede transmitirse entre personas si se comparten maquinillas de afeitar o cepillos de dientes.
Muchas personas infectadas por el VHB desconocen que lo están. Se dispone de una vacuna para prevenir la hepatitis B. La vacunación sistemática en la infancia se implementó en 1991 y por este motivo según los CDC (Centers for Disease Control and Prevention), los casos de hepatitis B han disminuido significativamente.
La evolución de la hepatitis puede variar desde una forma leve que dura unas pocas semanas hasta una forma crónica más grave que dura años. Algunas veces, la infección crónica por el VHB acarrea complicaciones graves como cirrosis o cáncer de hígado. Entre las formas o estadios de la hepatitis B se incluyen:
A pesar de ser una infección potencialmente grave, la infección aguda por el VHB en adultos suele actualmente resolverse por sí sola en la mayoría de casos. Los bebés y los niños tienden a desarrollar una forma crónica de la infección más fácilmente; alrededor de un 90% de bebés infectados evolucionará hacia una forma crónica de la infección. Entre el año y los cinco años de edad, el riesgo de desarrollar una forma crónica de la infección disminuye entre un 25% y un 50%. Por encima de los 6 años, tan solo entre el 6% y el 10% de las infecciones por el VHB pasan a ser crónicas.
La mayor parte de las personas con una forma crónica de la infección por el VHB no presenta síntomas. Los signos y síntomas de la hepatitis B aguda son muy similares a los de otros tipos de hepatitis e incluyen fiebre, cansancio, náuseas, vómitos e ictericia. En una hepatitis aguda se produce un daño hepático y el hígado no es capaz de funcionar normalmente. No puede procesar toxinas o productos de desecho del organismo como la bilirrubina. Durante la enfermedad, los niveles de bilirrubina y de los enzimas hepáticos en sangre pueden aumentar. Si bien estas pruebas indican al médico que puede existir una hepatitis, no aportan información acerca de la causa de la misma. Para conocer la causa de la infección se debe recurrir a pruebas específicas.
Existen varias pruebas que permiten realizar un cribado de la infeción en ausencia de síntomas y signos, determinar si la infeccción es aguda o crónica, monitorizar una infección crónica y la eficacia del tratamiento. Las pruebas realizadas inicialmente incluyen:
Otras pruebas adicionales pueden ser:
Las pruebas de la hepatitis B se pueden emplear con distintas finalidades. Algunas de ellas detectan anticuerpos producidos en respuesta a la infección por el virus de la hepatitis B (VHB); algunas detectan antígenos producidos por el virus y otras detectan el ADN vírico.
A continuación se enumeran los principales usos de las pruebas del VHB:
Algunas otras razones secundarias por las que se realizan estas pruebas incluyen: el cribado de la infección de la hepatitis B en poblaciones de riesgo o en donantes de sangre, determinar el estado de portador, detectar infecciones previas (con la inmunidad subsiguiente) y determinar la inmunidad alcanzada después de la vacunación.
Normalmente se usa un conjunto de pruebas para determinar la causa de unos signos y síntomas agudos mientras que posteriormente, una vez diagnosticada la infección, se emplea otro conjunto de pruebas para monitorizar una posible progresión de la enfermedad, para detectar una infección crónica y/o un estado de portador.
A pesar de que estas pruebas son específicas para el VHB, pueden utilizarse otras pruebas de función hepática como ALT, AST y GGT para monitorizar la evolución de la enfermedad. En algunos casos es necesario realizar una biopsia hepática para evaluar el alcance de la lesión.
Las pruebas específicas para el virus de la hepatitis B se utilizan cuando aparecen signos y síntomas asociados a hepatitis aguda, para determinar si se deben realmente a una infección por el VHB. Entre los signos y síntomas se incluyen:
Las pruebas de la hepatitis B pueden solicitarse cuando otras pruebas como ALT y/o AST están alteradas. A veces, así es como se detectan ciertos casos de hepatitis agudas, ya que cursan con síntomas leves que podrían confundirse con los de la gripe. En el caso de las hepatitis crónicas, es más frecuente que no se presenten signos ni síntomas y por ello lo habitual es detectar la infección cuando las pruebas anteriormente citadas están alteradas.
HBsAg puede solicitarse como herramienta de cribado cuando una persona cae dentro de alguna de las categorías de alto riesgo para desarrollar una hepatitis B crónica. Desde Septiembre del 2008, los Centers for Disease Control and Prevention (CDC) recomiendan realizar la prueba HBsAg a:
Las pruebas de la hepatitis B pueden realizarse regularmente cuando se monitorizan infecciones crónicas por el VHB. HBsAg y HBeAg suelen medirse cada seis a doce meses, ya que en algunas personas HBeAg desaparece por sí solo (más raramente HBsAg). En personas tratadas por una infección crónica por el VHB se pueden emplear HBeAg y el ADN del virus para conocer si el tratamiento está siendo eficaz.
Las pruebas para la hepatitis B pueden solicitarse individualmente, aunque a menudo se solicitan combinadas, en función del motivo que causa su solicitud. Los resultados de las pruebas se interpretan conjuntamente. A veces, el significado que puede tener un resultado depende totalmente del resultado obtenido en otra de las pruebas. Es importante destacar que no todas las pruebas se realizan en todos los individuos.
Monitorización del tratamiento de la infección crónica - si los resultados indican que existe una hepatitis B crónica, el individuo se puede beneficiar de tratamiento, y la eficacia del mismo puede monitorizarse con HBe-Ag, anti-HBe y ADN del VHB.
¿Hay algo más que debería saber?
Una infección por el VHB puede lesionar al hígado y transmitirse a otras personas a pesar de que no se tengan síntomas. Es por este motivo que se recomienda la realización de las pruebas en caso de posible exposición al VHB.
En los bancos de sangre se realiza un cribado del ADN del VHB, del antígeno de superficie (HBs-Ag) y del anticuerpo del core (anti-HBc) a todas las unidades de sangre donadas. En caso de reacciones positivas, se informa a los donantes de sangre implicados y se les recomienda que acudan al médico para que valore su estado de salud.
En caso de haber resultado expuesto al VHB, la administración en las primeras 24 horas de una dosis de globulina inmune de la hepatitis B (HBIG, por sus siglas en inglés) evita la infección.
Existe también una prueba que permite determinar la cepa concreta del VHB causante de la infección; se trata del genotipo o genotipado del virus de la hepatitis B. No obstante, se emplea esencialmente con finalidades de investigación.
El virus de la hepatitis D (VHD) es otro virus que puede causar infecciones hepáticas aunque sólo serán posibles en el caso de que el individuo ya esté infectado por el VHB. Una persona puede infectarse por los dos virus simultáneamente (coinfección) o primero infectarse por el VHB y posteriormente por el VHD (superinfección). La incidencia del VHD es baja. No existe vacuna para el VHD pero como tan sólo produce infección en presencia del VHB, puede prevenirse su infección con la vacuna del VHB.
¿Es necesario realizarse todas estas pruebas ante la posibilidad de estar infectado por el virus de la Hepatitis B (VHB)?
No. El médico determinará qué pruebas son las apropiadas, según los síntomas y la historia clínica.
¿Es recomendable vacunarse frente al VHB?
Los Centers for Disease Control and Prevention(CDC) recomiendan la vacunación en adultos pertenecientes a grupos de elevado riesgo, como personas que están en contacto íntimo con alguna persona infectada por el VHB, personas dializadas, personas con enfermedad hepática o enfermedad renal crónica, personas infectadas por el VIH o personas que necesitan tratamiento por alguna enfermedad de transmisión sexual, además de aquellas personas que viajan a países en los que la hepatitis B es frecuente. Es prudente recibir la pauta de vacunación a menos que en la historia clínica existan elementos que lo contraindiquen. La vacunación en bebés, niños y adolescentes está pautada en el programa estándar de vacunaciones. Una vez una persona se ha vacunado adecuadamente, la vacuna suele conferir protección frente a la infección para toda la vida.
¿Cómo se trata una hepatitis B?
No existe un tratamiento específico para las hepatitis agudas de tipo B. Se suele dar un tratamiento de soporte para aliviar los síntomas, como asegurarse de que el individuo mantiene mucho reposo y toma una cantidad suficiente de nutrientes y líquidos repartidos en varias tomas a lo largo del día.
Las formas crónicas de hepatitis B pueden tratarse con fármacos antivíricos como interferón, entecavir, tenofovir, lamivudina o adefovir. No obstante, no todas las personas necesitan tratarse y por otra parte, algunos de estos antivirales pueden tener efectos secundarios graves. A menudo se monitoriza de manera muy estricta a los individuos con hepatitis crónica para detectar si evolucionan hacia una cirrosis o un cáncer de hígado. Es importante comentar con el médico las posibles opciones terapéuticas, así como sus riesgos y beneficios.
Para detectar, diagnosticar y/o seguir la evolución de una infección por el virus de la hepatitis B (VHB); para determinar si la vacuna contra la hepatitis B ha producido el grado adecuado de inmunidad; a veces, como orientación al tratamiento y para evaluar su eficacia.
Para detectar y diagnosticar una infección por el virus de la hepatitis C (VHC) y para monitorizar el tratamiento de la infección.
Con finalidades de cribado: si se presentan factores de riesgo de contraer la infección por el VHC.
Con finalidades diagnósticas: si existe la posibilidad de haber estado expuesto al virus de la hepatitis C, como por ejemplo mediante el contacto con sangre infectada; si se presentan síntomas asociados a enfermedad hepática.
El virus de la hepatitis C (VHC) ocasiona una infección del hígado caracterizada por inflamación y daño tisular del órgano. Las pruebas para la hepatitis C son un conjunto de pruebas empleadas para detectar, diagnosticar y monitorizar el tratamiento de una infección hepática vírica del tipo C. La prueba más común es la que detecta en sangre anticuerpos producidos en respuesta a la infección por el VHC. Otras pruebas detectan la presencia del ácido ribonucleico (ARN) del virus, cuantifican este ARN vírico presente o determinan el subtipo específico del virus.
El VHC es uno de los cinco virus identificados hasta la actualidad causantes de hepatitis víricas (A, B, C, D y E). El VHC se propaga a través del contacto con sangre infectada, generalmente por compartir jeringuillas contaminadas para inyectarse drogas, aunque también por el hecho de compartir enseres personales contaminados con sangre como maquinillas de afeitar, por relaciones sexuales con una persona infectada, por exposición laboral en personal sanitario y, más raramente, de madre a hijo en el momento del parto. Antes de que se dispusiera de pruebas para detectar el VHC (1990) la infección podía adquirirse por transfusiones sanguíneas.
A pesar de que el VHC no es tan contagioso como el de la hepatitis B, no se dispone todavía de vacunas para prevenir su infección. La infeción por el VHC constituye una causa común de enfermedad hepática crónica. Se estima que alrededor de un 85% de las personas infectadas por el VHC, una vez superada la fase de infección aguda, desarrolla la forma crónica de la infección.
Por otra parte, muchas de las personas infectadas por el VHC no saben que lo están y no presentan síntoma alguno. La infección aguda por el VHC puede producir pocos síntomas inespecíficos que además son leves, y la infección crónica puede tardar tiempo en producir lesiones hepáticas que comprometan la función del hígado, hasta una o dos décadas.
La infección por el VHC aumenta el riesgo de desarrollar otros trastornos:
Las pruebas por ejemplo en personas con factores de riesgo pero sin signos ni síntomas, o en personas con signos o síntomas de afectación hepática, o en personas expuestas al virus. Como los niveles de anticuerpos pueden mantenerse en sangre una vez superada la infección, en caso de que el resultado sea positivo debe realizarse una prueba adicional en la que se evalúa el ARN del virus (se detecta material genético vírico). La detección del material genético vírico indica que el virus está presente en el organismo, que la infección no se ha resuelto y que es necesario instaurar un tratamiento. La prueba que analiza el genotipo del VHC determina qué tipo (cepa) de virus causa la infección y es de gran ayuda para establecer el mejor tratamiento.
Los Centers for Disease Control and Prevention (CDC) recomiendan el cribado de las infecciones por el VHC mediante la detección de los anticuerpos frente al virus (anti-VHC) en los siguientes casos:
Inyección de drogas de abuso
*El suministro de sangre se supervisa en España desde el año 1990 (Orden del Ministerio de Sanidad y Consumo de 3 de Octubre de 1990; si desea más información acceda a este enlace), y todas las unidades de sangre que dan positivo para VHC son rechazadas. El riesgo actual de infección por VHC por transfusión sanguínea está cerca de 1 caso por cada dos millones de unidades transfundidas.
El análisis de los anticuerpos frente al VHC se realiza cuando existen alteraciones de las pruebas que conforman el perfil hepático o cuando existen signos o síntomas asociados a hepatitis. La mayoría de personas infectadas por el VHC no tiene síntomas o si los tiene son tan leves que no constituyen motivo para acudir al médico y realizar los estudios pertinentes. No obstante, entre un 10% y un 20% de individuos infectados presenta síntomas como fatiga, dolor abdominal, disminución del apetito e ictericia.
La prueba del ARN del virus de la hepatitis C se utiliza a menudo cuando la determinación de anticuerpos es positiva, para establecer si la infección aún está presente. El estudio del genotipo del virus puede realizarse para seleccionar el tratamiento. La determinación de la carga vírica del VHC se realiza: 1) al principio del tratamiento, 2) periódicamente para monitorizar la respuesta al tratamiento y 3) al final del mismo para valorar su eficacia.
Los resultados de la detección de anticuerpos se suelen informar como "positivos" o "negativos". El análisis del ARN del VHC se informa con un resultado numérico. En caso de que no exista virus en sangre o que la cantidad de virus sea muy baja como para poder ser detectada, el resultado se informa como "negativo" o "no detectable".
La interpretación de las pruebas de la hepatitis C se muestra en la tabla siguiente. En general, si la prueba de los anticuerpos frente al VHC (anti-VHC) es positiva, se puede concluir que existe infección o que probablemente ha existido en algún momento infección por el virus de la hepatitis C. Un resultado de la determinación del ARN del virus positivo confirma que existe una infección actual por el virus de la hepatitis C. Si no se detectan partículas víricas (ARN), puede ser que el individuo no tenga una infección activa o que el virus se encuentre en muy poca cantidad.
La carga vírica del VHC (ARN del VHC, cuantitativo) puede indicar si el tratamiento está siendo eficaz o no. Una carga vírica elevada o en aumento indica que el tratamiento no es efectivo mientras que una carga viral baja, en disminución o indetectable es indicativa de que el tratamiento funciona. Si el tratamiento funciona se produce una disminución del 99% o más de la carga vírica al poco tiempo de haberse iniciado el tratamiento (entre 4 y 12 semanas), y finalmente la carga vírica acabará siendo indetectable. Según los Centers for Disease Control and Prevention (CDC), la obtención de una carga vírica indetectable después de 24 semanas tras la finalización del tratamiento indica una respuesta al tratamiento.
El genotipado del VHC identifica qué tipo de virus de la hepatitis C produce la infección en el individuo y es de ayuda para instaurar el tipo y la duración del tratamiento adecuado. Existen como mínimo seis tipos distintos (genotipos) del VHC, numerados del 1 al 6; además, se han identificado al menos 50 subtipos adicionales. El genotipo 1 es el más común en España.
¿Por qué se deben realizar los análisis aunque las manifestaciones de la enfermedad sean muy leves?
La hepatitis C conduce a menudo a una hepatitis crónica, la cual puede progresar a cirrosis y cáncer hepático (carcinoma hepatocelular). Una detección precoz del virus permite que el médico vaya evaluando la función hepática más a menudo de lo habitual, a la vez que permite considerar un tratamiento en el caso de presentar una infección crónica.
¿Se pueden utilizar otras pruebas para seguir la evolución enfermedad?
Sí. Se utilizan pruebas de función hepática, como ALT y AST, para valorar la evolución de la lesión hepática. Las personas que están permanentemente infectadas por el virus de la hepatitis C (VHC) pero presentan siempre niveles de ALT y AST normales, tienen probablemente una enfermedad hepática muy leve y es posible que no necesiten tratamiento. También pueden emplearse otras pruebas hepáticas como albúmina, bilirrubina y tiempo de protrombina (TP); generalmente el resultado de estas pruebas es normal a menos que la persona haya desarrollado ya cirrosis. Algunas veces, puede realizarse una biopsia hepática para establecer la gravedad de la lesión hepática.
¿Existe alguna vacuna contra el virus de la hepatitis C?
No. Actualmente no se dispone de vacuna aunque se sigue investigando al respecto.
¿Es posible reinfectarse por el VHC una vez se ha superado una infección previa?
Sí. Una infección previa por el virus de la hepatitis C (VHC) no protege frente a otra infección; una persona no se vuelve inmune al VHC. La mayoría de personas no presenta una respuesta inmune efectiva frente al virus. El hecho de que el virus de la hepatitis C sufra modificaciones a medida que se replica dificulta que el organismo pueda combatirlo.
¿Existe tratamiento para la infección por el virus de la hepatitis C?
Sí. Actualmente se dispone de fármacos que pueden utilizarse para tratar la infección por el virus de la hepatitis C. Normalmente se emplea una combinación de fármacos y actualmente se están probando otros nuevos fármacos. Antes del año 2000, la infección crónica por el VHC se curaba tan solo en un 10% de los casos. Con los tratamientos actuales se alcanzan curaciones del 60-70%, siempre que el tratamiento se instaure antes de que existan complicaciones graves de la enfermedad. La introducción de nuevos fármacos está evolucionando a un ritmo con el que seguramente se alcanzarán tasas de curación cercanas al 90%.
¿Puede realizarse algún tipo de análisis del virus en casa?
En los Estados Unidos existe un dispositivo aprobado por la Food and Drug Administration (FDA) que permite recoger las muestras y enviarlas a un laboratorio donde serán analizadas. Los resultados de la prueba son confidenciales y proporcionados telefónicamente. Actualmente no puede realizarse ninguna determinación en casa.
¿Cómo puede avisarse de que se puede transmitir la infección a otras personas?
Una persona que presenta el ARN del virus de la hepatitis C detectable en sangre tiene la capacidad de transmitir la enfermedad a otras personas. La hepatitis C se transmite mediante la exposición a sangre contaminada. Entre las conductas que favorecen la exposición al virus y su transmisión se encuentran: compartir jeringuillas u otros dispositivos utilizados entre los consumidores de drogas de abuso como la cocaína o la heroína; el uso de material contaminado en tatuajes y perforaciones ("piercings"); exposición ocupacional de personal sanitario a jeringas u otros objetos punzantes contaminados; más raramente, por relaciones sexuales con personas infectadas que supongan desgarros tisulares y por transmisión del virus al bebé a partir de una madre infectada en el momento del parto.
Para detectar y diagnosticar una infección por el virus de la hepatitis C (VHC) y para monitorizar el tratamiento de la infección.
Para determinar si existe infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH).
Como mínimo en una ocasión entre los 13 y los 64 años de edad; cuando puede haber existido una exposición al virus; antes de o durante el embarazo; anualmente si se pertenece a un grupo de población con mayor riesgo de contraer la infección.
El virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) es el virus que causa el SIDA (síndrome de inmunodeficiencia adquirida). Las pruebas de cribado del VIH detectan el antígeno del VIH (p24) y/o anticuerpos frente al VIH; estos anticuerpos se producen en respuesta a la infección. Algunas pruebas permiten detectar los anticuerpos frente a VIH en fluido oral.
Cuando una persona resulta infectada por el VIH, ya sea por exposición a sangre o fluidos corporales de otra persona infectada o bien por exposición a jeringuillas o agujas contaminadas, el virus empieza a replicarse y se produce un elevado número de copias del virus. Durante las primeras semanas de la infección, la cantidad de virus (carga viral) y los niveles de antígeno p24 pueden ser bastante elevados.
Al cabo de unas 2 u 8 semanas después de la exposición al VIH, el sistema inmune responde produciendo anticuerpos dirigidos contra el virus. Los anticuerpos pueden detectarse en sangre. Conforme se resuelve la infección inicial y aumentan los niveles de anticuerpos, se produce una disminución de la cantidad de virus y de los niveles de antígeno p24 en sangre.
Al inicio, la infección por VIH puede no ocasionar ningún síntoma, o a veces se desarrollan síntomas similares a los de una gripe, que se resuelven al cabo de una o dos semanas. Solo se puede tener la certeza de que se ha contraído la infección realizando alguna de las pruebas para detectar infección por VIH.
En caso de no detectarse ni tratarse, la infección avanza lentamente sin apenas ocasionar síntomas durante bastantes años (una década o más). Si tampoco se hubiera establecido ningún tratamiento al cabo de este tiempo, pueden empezar a aparecer signos y síntomas de SIDA, que además irían empeorando. Sin tratamiento, la infección por VIH destruye el sistema inmunitario dejando al individuo totalmente vulnerable frente a diversas infecciones. Si desea más información, refiérase a VIH.
Es muy importante detectar y diagnosticar la infección por VIH cuanto antes mejor por los siguientes motivos:
Se puede iniciar el tratamiento precozmente y enlentecer así la progresión hacia SIDA
Cuando la persona es consciente de que está infectada por el VIH puede modificar su estilo de vida y conductas de riesgo, contribuyendo así a prevenir la propagación de la infección
Si se trata de una mujer embarazada, se puede administrar un tratamiento que impida que la infección se transmita al hijo
Se han descrito dos tipos de VIH, 1 y 2. El tipo más común es el VIH-1; el VIH-2 presenta mayor prevalencia en determinadas áreas de África.
Para el cribado de la infección por VIH se dispone de distintas pruebas:
Combinación de la detección de anticuerpos VIH y del antígeno del VIH - se trata de la prueba de elección y solo se puede realizar en sangre
Detección de anticuerpos frente a VIH - normalmente las pruebas comercializadas detectan anticuerpos del VIH-1, y se han desarrollado algunas que detectan los del VIH-2. Se pueden realizar en sangre o en fluido oral
Detección del antígeno p24 - aisladamente solo se emplea cuando existen dudas acerca de posibles interferencias con la prueba de detección de anticuerpos del VIH
Independientemente del tipo de prueba empleada, cualquier resultado positivo supone la ampliación del estudio con pruebas adicionales para poder establecer el diagnósticoo de infección por VIH.
El cribado anual está recomendado en personas con elevado riesgo de contraer la infección por VIH:
En algunos casos se recomienda la realización de la prueba de cribado a pesar de no cumplir con ninguno de los requisios expuestos anteriormente:
Un resultado negativo de la prueba que detecta antígeno y/o anticuerpos del VIH suele indicar que no se tiene la infección. Un resultado negativo a la prueba de cribado del VIH indica sencillamente que en el momento de la obtención de la muestra no existe evidencia de la enfermedad. En personas con mayor riesgo de contraer la infección por VIH es importante realizar la prueba con carácter anual.
Las pruebas que solo detectan anticuerpos frente al VIH no detectan la infección cuando la exposición al virus ha sido muy reciente, ya que el organismo todavía no ha podido desarrollar los anticuerpos. Normalmente los anticuerpos suelen adquirir unos niveles en sangre que permiten detectarlos entre las semanas 3 y 12 después de la exposición. Si la prueba de cribado se realiza demasiado pronto, se puede obtener un resultado falsamente negativo a pesar de que exista infección. En caso de que el resultado sea negativo pero persista una elevada sospecha de infección por VIH, debe evaluarse nuevamente al individuo empleando la prueba combinada del antígeno del VIH y de los anticuerpos.
Si ambos resultados son positivos, el de cribado y el de las pruebas adicionales, entonces se considera que existe infección por VIH.
Los CDC recomiendan emplear un nuevo protocolo de evaluación para el cribado y el diagnóstico de la infección por VIH, tal como se expone a continuación:
Realizar el cribado con la prueba que combina antígeno y anticuerpos VIH
Verificar cualquier resultado positivo con una segunda prueba que detecte anticuerpos, y que permita diferenciar entre anticuerpos de VIH-1 y de VIH-2
En caso de resultados discordantes entre las dos pruebas anteriores, proseguir con una tercera prueba de evaluación del ARN del VIH-1 (NAAT, por sus siglas en inglés - prueba de amplificación de ácidos nucleicos). Si el ARN del VIH-1 es positivo, se considera el resultado como definitivo.
En este nuevo protocolo de evaluación de la infección por VIH no se contemplan dos pruebas anteriormente utilizadas, como el western blot y el ensayo de inmunofluorescencia, ya que detectan los anticuerpos más tarde (alrededor del día 28) y pueden proporcionar resultados falsamente negativos.
¿Cuáles son los síntomas de una infección por VIH?
Los síntomas de la infección inicial por VIH son similares a los de una gripe o a los de otras infecciones víricas. El único modo fiable de determinar si se está infectado por VIH es realizar la prueba. Muchas personas infectadas no experimentan síntomas durante años tras la adquisición de la infección, o los síntomas pueden ser muy similares a los de otras enfermedades. Si desea más información acceda al siguiente enlace.
¿Cuáles son los tratamientos de la infección por VIH y el SIDA?
No existe actualmente un tratamiento curativo para la infección por VIH ni para el SIDA. Sin embargo, existen tratamientos que mejoran la función del sistema inmunitario, reducen el riesgo y/o la frecuencia de infecciones oportunistas y alargan la vida de los afectados. El U.S. Department of Health and Human Services (DHHS) Panel on Antiretroviral Guidelines for Adults and Adolescents así como la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomiendan administrar cuanto antes mejor un tratamiento a cualquier persona diagnosticada de infección por VIH, incluso las embarazadas. Con los avances terapéuticos, los individuos afectos viven mucho más tiempo y con una mejor calidad de vida. Para prevenir o minimizar la replicación del virus y evitar el desarrollo de cepas resistentes a los fármacos, se suelen administrar como mínimo tres fármacos de dos clases diferentes. La combinación de tres o más fármacos antiretrovíricos se conoce como HAART (por sus siglas en inglés, terapia antiretroviral altamente activa). Si desea más información refiérase a VIH - tratamiento.
¿Deberían comunicarse los resultados de la prueba a otras personas?
Sí. Si la prueba es positiva, es importante comunicárselo a los médicos así como a todas las parejas sexuales actuales y futuras y/o a cualquier persona con quien se compartan jeringuillas. Existen unidades que dan soporte para saber a qué personas se debe informar.
¿Hasta qué punto son confidenciales los resultados de las pruebas del VIH?
Igual que sucede con otras enfermedades y pruebas diagnósticas, la ley de protección de datos asegura que no se difunda información personal sin un permiso escrito. Sin embargo, es imprescindible que los profesionales sanitarios estén informados de la existencia de la infección por VIH o de SIDA, con la finalidad de poder realizar el tratamiento indicado. Por otra parte, es necesario notificar todos los casos de infección por VIH a organismos sanitarios locales, regionales o nacionales para así poder determinar la incidencia de la infección por VIH y proporcionar una prevención y atención sanitaria adecuadas.
Algunos centros ofrecen la posibilidad de mantener el anonimato (nunca se le pedirá su nombre) o de tratar los resultados de manera confidencial (se conocerá su identidad pero se mantendrá en privado).
¿Puede utilizarse la prueba de anticuerpos del VIH para detectar la infección en recién nacidos?
No. Debido a que los anticuerpos maternos se transfieren de la madre al hijo y permanecen en el organismo del recién nacido durante 6-12 meses, debe utilizarse una prueba diferente que detecta material genético del VIH: se trata de las pruebas conocidas como ARN del VIH o ADN del VIH.
Para determinar si existe infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH).
Como parte de una investigación de un episodio de sangrado o de un episodio trombótico (formación de un coágulo); para monitorizar el tratamiento anticoagulante con heparina estándar (no fraccionada); como prueba de cribado antes de una cirugía u otro procedimiento invasivo.
Cuando se padece de sangrados o de formación de coágulos de manera inexplicable; ante abortos de repetición; cuando se está bajo tratamiento anticoagulante con heparina estándar (no fraccionada); a veces, como parte de un estudio preoperatorio.
El tiempo de tromboplastina parcial (TTP) es una prueba que permite evaluar la capacidad de formación de coágulos. Mide el tiempo que transcurre (en segundos) hasta que se produce el coágulo cuando, en el tubo de ensayo, se añaden ciertos reactivos al plasma (porción líquida de la sangre). El TTP evalúa la función y la cantidad de unas determinadas proteínas conocidas como factores de la coagulación, que son elementos esenciales en el proceso de la coagulación de la sangre.
Cuando se produce una lesión en un vaso sanguíneo o en un tejido y aparece un sangrado, el organismo pone en marcha un proceso conocido como hemostasia. En este proceso, unos fragmentos celulares conocidos como plaquetas se adhieren entre ellos en el foco de la lesión. Al mismo tiempo, se inicia la cascada de la coagulación, en la que se activan los factores de la coagulación. En el curso de esta cascada de la coagulación se forman unas hebras de fibrina que se entrecruzan entre ellas formando una red que se adhiere también en el foco de la lesión. Así, se forma finalmente un coágulo estable que impide pérdidas adicionales de sangre a la vez que permite que el tejido lesionado vaya cicatrizando.
Cada componente de este proceso hemostásico debe funcionar adecuadamente y estar presente en cantidad suficiente para asegurar que la formación del coágulo se producirá de manera adecuada. Si existe una deficiencia de uno o varios factores de la coagulación, o si alguno o varios de ellos no funcionan adecuadamente, es posible que el coágulo no se pueda formar y el sangrado no pueda controlarse.
Al realizar la prueba de TTP, se compara el resultado obtenido de la muestra del individuo con un intervalo de referencia establecido para el tiempo de coagulación. Si una persona tarda más en coagular, su TTP está prolongado. La prolongación del TTP puede ser consecuencia de un trastorno que disminuya o genere una disfunción de uno o varios factores de la coagulación. Más raramente puede ser atribuible a un trastorno en el que el organismo produce anticuerpos dirigidos contra uno o varios factores de la coagulación, repercutiendo por lo tanto en su función.
A veces, el TTP se prolonga debido a que el individuo está produciendo un tipo de autoanticuerpos conocidos como anticuerpos antifosfolípidos; estos interfieren con la prueba. La interferencia se produce porque estos autoanticuerpos van dirigidos contra unas sustancias conocidas como fosfolípidos, también empleadas en la reacción del TTP. A pesar de que los anticuerpos antifosfolípidos prolongan el TTP, su presencia en el organismo se asocia a una coagulación excesiva y por este motivo las personas que los desarrollan presentan mayor riesgo de formación de coágulos. El TTP puede ser útil en la evaluación de personas con signos y síntomas de coagulación excesiva o con un síndrome antifosfolípido. (Si desea más información, refiérase a Síndrome antifosfolípido).
A menudo el TTP se solicita junto con el tiempo de protrombina (TP). El médico evaluará los resultados de ambas pruebas para determinar la posible causa del episodio de sangrado o del episodio trombótico
La prueba del tiempo de tromboplastina parcial (TTP) puede solicitarse junto con otras pruebas como el tiempo de protrombina (TP) en las siguientes situaciones:
También puede solicitarse el TTP:
Los resultados del tiempo de tromboplastina parcial (TTP) se expresan en segundos. Si el resultado del TTP entra dentro del intervalo de referencia, se considera que el individuo coagula normalmente, a pesar de que podría existir alguna deficiencia leve de algunos de los factores de la coagulación. Es posible que el TTP no se prolongue hasta que los niveles del factor en cuestión no hayan disminuido hasta un 30% o un 40%. También podría existir anticoagulante lúpico aunque el TTP fuera normal. Si se sospecha que existe anticoagulante lúpico (LA), se pueden realizar otras pruebas como TTP sensible a LA o la prueba de Russell (DRVVT).
Un TTP prolongado significa que la coagulación tarda más en producirse de lo esperado y puede ser debido a múltiples razones. A menudo sugiere que puede existir un déficit de un factor de la coagulación o un inhibidor específico o inespecífico que interfiere en la capacidad del organismo para formar coágulos. Las deficiencias de los factores de la coagulación pueden ser hereditarias o adquiridas.
Un TTP prolongado puede ser atribuible a:
¿Debería todo el mundo realizarse la determinación del TTP?
No suele ser necesario. El TTP no se utiliza como una prueba de cribado rutinaria. Se solicita cuando alguien presenta signos de sangrado o forma coágulos de manera inexplicable. Los individuos asintomáticos sólo se someten ocasionalmente a este estudio previamente a intervenciones quirúrgicas si el médico considera necesario evaluar su riesgo de sangrado durante la intervención.
¿Cómo se puede modificar el TTP?
El TTP no es una prueba que pueda modificarse cambiando el estilo de vida (a menos que se padezca un déficit de un factor inducido por vitamina K). Es un reflejo de la integridad del sistema de la coagulación. Si el TTP está prolongado debido a deficiencias adquiridas de factores, la corrección del problema subyacente normalizará también los resultados. Si por el contrario el TTP está prolongado debido a una situación aguda o transitoria, los valores se normalizarán cuando se resuelva el problema subyacente. Los trastornos (o deficiencias) hereditarios de la coagulación deben monitorizarse regularmente y suelen tratarse con infusiones sustitutivas del factor de la coagulación deficitario.
Como parte de una investigación de un episodio de sangrado o de un episodio trombótico (formación de un coágulo); para monitorizar el tratamiento anticoagulante con heparina estándar (no fraccionada); como prueba de cribado antes de una cirugía u otro procedimiento invasivo.
Para determinar si la concentración de potasio está dentro de los valores de normalidad y para ayudar a evaluar un desequilibrio electrolítico; para monitorizar las hiperpotasemias (aumento del potasio) o hipopotasemias (disminución del potasio) agudas o crónicas.
Como parte de un examen médico de rutina, cuando hay síntomas tales como debilidad y/o arritmia cardiaca o cuando se sospecha un desequilibrio electrolítico; debe realizarse esta prueba a intervalos regulares cuando se está tomando medicación y/o cuando existe una enfermedad o proceso que pueda afectar a la concentración de potasio, como hipertensión o enfermedad renal.
En esta prueba se mide la cantidad de potasio en sangre. El potasio es un electrolito vital para el metabolismo celular y la función muscular. El potasio, junto con otros electrolitos como el sodio, el cloruro y el bicarbonato ayuda a regular la cantidad de líquido en el organismo, a estimular la contracción muscular y a mantener estable el equilibrio ácido-base. El potasio está presente en todos los fluidos del organismo, pero la mayor parte se encuentra dentro de las células. Tan sólo cerca del 2% se encuentra en los líquidos extracelulares y en la parte líquida de la sangre (llamada suero o plasma). Debido a la baja concentración de potasio en la sangre, cualquier cambio, por pequeño que sea, puede tener consecuencias significativas. Si la concentración de potasio desciende o aumenta demasiado, puede afectar seriamente a la salud. Puede haber riesgo de desarrollar shock, insuficiencia respiratoria o alteración del ritmo cardiaco. Una concentración anormal de potasio puede alterar la función del tejido neuromuscular; por ejemplo, el músculo cardiaco puede perder la capacidad de contraerse.
La determinación de potasio en suero o plasma suele realizarse de manera rutinaria en la mayoría de pacientes a los que se les está estudiando algún tipo de enfermedad grave. Por otra parte, como el potasio es importante para el buen funcionamiento del corazón, también suele solicitarse (juntamente con otros electrolitos) en todos los exámenes de rutina, especialmente en aquellos pacientes que toman diuréticos o medicación para el corazón o para disminuir la presión arterial. El potasio se solicita cuando se evalúa la existencia de hipertensión y de enfermedad renal, y en la monitorización de pacientes que están en diálisis, en tratamiento con diuréticos o en tratamiento intravenoso.
Se observan concentraciones elevadas de potasio (hiperpotasemia) en las siguientes situaciones:
Pueden observarse concentraciones bajas de potasio (hipopotasemia) en las siguientes situaciones:
¿Cuáles son las mejores fuentes alimenticias de potasio?
Hay un gran número de frutas y vegetales (como plátanos, melones, uvas, naranjas, tomates, calabacines, patatas y legumbres) y otros alimentos como nueces y semillas que constituyen una buena fuente de potasio.
¿Existe algún tipo de prueba que permita medir el potasio en casa?
No. La determinación de electrolitos debe realizarse en el laboratorio por personal experto ya que se utilizan instrumentos muy sensibles.
Para determinar si la concentración de potasio está dentro de los valores de normalidad y para ayudar a evaluar un desequilibrio electrolítico; para monitorizar las hiperpotasemias (aumento del potasio) o hipopotasemias (disminución del potasio) agudas o crónicas.
Para verificar que los tratamientos anticoagulantes son eficaces para prevenir la formación de coágulos; para detectar y diagnosticar un trastorno de la coagulación.
Si se está tomando anticoagulantes o si el médico sospecha que se pueda padecer un trastorno de la coagulación.
El tiempo de protrombina (TP) mide cuanto tiempo tarda en formarse un coágulo en una muestra de sangre. En el organismo el proceso de la coagulación implica una serie de reacciones químicas secuenciales conocidas como cascada de la coagulación. En este proceso, se produce una activación sucesiva de distintos factores de la coagulación que llevan a la formación final de un coágulo sanguíneo. Para ello, es necesario que existan todos los factores de la coagulación, que estén presentes en cantidades suficientes y que funcionen normalmente. En caso contrario se puede asistir a una coagulación excesiva o a sangrados inadecuados.
Existen dos vías por las que puede inciarse la coagulación en la muestra obtenida, conocidas como intrínseca y extrínseca. Ambas vías convergen en una vía común completándose así el proceso de la coagulación. En una de las etapas finales de la cascada de la coagulación, la protrombina (o factor II) se convierte en trombina, aunque ni este factor ni esta estapa consituyen lo único que se mide con la prueba del INR o tiempo de protrombina.
El tiempo de protrombina o INR evalúa la función de los factores de la coagulación de la vía extrínseca y de la vía común de manera integrada. Entre los factores evaluados se incluyen: factor I (fibrinógeno), factor II (protrombina), factor V, factor VII y factor X. El INR o tiempo de protrombina evalúa la capacidad del organismo para producir un coágulo en un tiempo razonable; si cualquiera de los factores anteriores es disfuncional o está disminuido, el INR o tiempo de protrombina se alarga.
El TP se mide normalmente en segundos y se compara con valores obtenidos en individuos sanos.
El INR consiste en un cálculo que permite minimizar los cambios debidos a los reactivos empleados, a la vez que permite comparar resultados entre distintos laboratorios. Muchos laboratorios entregan actualmente resultados de TP y de INR siempre que se realiza una prueba de TP. No obstante, el INR solo debería emplearse en personas sometidas a tratamiento anticoagulante con acenocumarol (Sintrom®).
Si se está tomando un medicamento anticoagulante (acenocumarol), el médico verificará el TP/INR de manera regular para asegurarse de que el tratamiento funciona correctamente y de que el TP/INR ha aumentado de manera adecuada. No está establecida una frecuencia concreta para realizar la prueba. El médico la solicitará con suficiente frecuencia como para asegurarse que los fármacos están consiguiendo el efecto deseado, es decir, están aumentando el tiempo de coagulación hasta un nivel terapéutico, sin causar sangrados excesivos o hematomas.
El TP puede solicitarse en una persona que no esté tomando tratamiento anticoagulante alguno pero con signos o síntomas de un trastorno de la coagulación, como sangrados nasales, gingivales, hematomas, menstruaciones copiosas, presencia de sangre en orina y/o en heces, síntomas o signos similares a los de una artritis (como sangrados intraarticualres), pérdida de visión y anemia crónica.
También se solicita rutinariamente el TP junto con TTP para garantizar que no existe ningún trastorno de la coagulación previamente a una intervención quirúrgica o a un procedimiento médico invasivo.
La mayor parte de laboratorios informan los resultados del tiempo de protrombina (TP) después de ajustarlos al INR, en personas bajo tratamiento con acenocumarol. Estos individuos deberían de tener unos valores de INR entre 2.0 y 3.0 para garantizar una anticoagulación segura. En los que presentan un elevado riesgo de formación de coágulos, el INR debe ser superior, entre 2.5 y 3.5. El médico ajustará la dosis de anticoagulante en función del INR obtenido, de tal manera que el TP fluctúe dentro del rango adecuado de acuerdo a cada situación.
El resultado del TP depende del método empleado. Los resultados, expresados en segundos, se comparan con el valor promedio de una persona sana.
Un TP prolongado o aumentado indica que la sangre tarda demasiado tiempo en formar un coágulo sanguíneo. Esto puede obedecer a enfermedad hepática, déficit de vitamina K o déficit de alguno de los factores de la coagulación. A menudo el TP se interpreta junto con el tiempo de tromboplastina parcial (TTP).
¿Debe realizarse la prueba siempre a la misma hora del día?
No es necesario realizar la prueba TP/INR en un momento determinado del día. Sin embargo, sí es importante que se tome la medicación anticoagulante cada día a la misma hora, para mantener un nivel contínuo o estable. Si el médico aumenta o disminuye la dosis, es posible que pida al paciente un nuevo control al cabo de un día (más o menos) para cerciorarse del efecto del cambio de dosis sobre el TP/INR (el efecto no es inmediato).
¿Por qué a pesar de que los resultados del tiempo de protrombina (TP) varían el médico no cambia la prescripción?
El uso de cualquiera de los fármacos mencionados anteriormente puede alterar los resultados, así como también puede alterarlos alguna enfermedad o la dieta. Algunos alimentos, como el hígado de cerdo o de ternera, el té verde, el brócoli, los garbanzos, la col, los grelos, y productos derivados de las semillas de soja, contienen grandes cantidades de vitamina K y pueden alterar los resultados del TP. La técnica aplicada para obtener la sangre y la dificultad de extracción de la misma pueden afectar al resultado de la prueba.
Para verificar que los tratamientos anticoagulantes son eficaces para prevenir la formación de coágulos; para detectar y diagnosticar un trastorno de la coagulación.
Para determinar si la concentración de sodio se encuentra dentro de los límites de normalidad y para ayudar a evaluar el equilibrio electrolítico y la función renal; para monitorizar las hipernatremias o hiponatremias (concentraciones altas o bajas de sodio) agudas o crónicas.
Si existe deshidratación o edemas; también para monitorizar algunos trastornos crónicos como una tensión arterial elevada o disminuida.
Esta prueba mide la concentración de sodio en sangre. El sodio es un electrolito imprescindible para el funcionamiento normal del organismo, por ejemplo para la función nerviosa y muscular. El sodio, junto con otros electrolitos como el potasio, el cloruro y el bicarbonato o dióxido de carbono total (CO2), ayuda a regular la cantidad de líquido del organismo y permite que las células funcionen adecuadamente. El sodio está presente en todos los fluidos del organismo pero se encuentra en concentraciones más elevadas en la sangre y en los líquidos extracelulares. El riñón es el órgano encargado de regular la cantidad de sodio del organismo.
El sodio se obtiene de la dieta, de la sal de mesa (cloruro sódico o NaCl) y, en cierto grado, de todos los alimentos que se ingieren. La mayor parte de personas ingiere una cantidad correcta de sodio. El organismo utiliza el sodio que necesita y los riñones excretan el resto por la orina para mantener la concentración de sodio dentro de unos márgenes estrechos. Esto se consigue:
Produciendo hormonas que pueden hacer aumentar (péptidos natriuréticos) o disminuir (aldosterona) las pérdidas de sodio por la orina
Produciendo una hormona que impide la pérdida de agua (hormona antidiurética o ADH)
Controlando la sed; incluso un aumento del 1% del sodio en la sangre hará aumentar la sed y provocará que se tengan ganas de beber agua, devolviendo la concentración de sodio a la normalidad
Una concentración anormal de sodio se debe con frecuencia a algún problema con estos sistemas de control. Cuando los niveles de sodio en sangre se alteran, también cambia el contenido de agua en el organismo. Estos cambios pueden estar asociados a deshidratación o a edema, especialmente en las piernas.
Esta prueba forma habitualmente parte del perfil de determinaciones de rutina de un laboratorio. Es uno de los electrolitos de la sangre, los cuales se suelen solicitar todos a la vez. El perfil electrolítico más común incluye sodio, potasio, cloruro y bicarbonato. Estos electrolitos también se incluyen en un perfil metábolico básico, que constituye un grupo de pruebas muy usado cuando una persona tiene problemas de salud inespecíficos. Los electrolitos se miden también en la monitorización de tratamientos que incluyan líquidos por vía intravenosa o cuando existe la posibilidad de deshidratación. Los perfiles de electrolitos y los perfiles metabólicos básicos se utilizan frecuentemente para monitorizar el tratamiento de determinadas enfermedades como hipertensión, insuficiencia cardiaca y enfermedad hepática y renal.
La prueba de sodio en sangre puede solicitarse cuando un paciente tiene síntomas de hiponatremia tales como debilidad, confusión y letargia o síntomas de hipernatremia tales como sed, disminución del volumen de orina emitido, espasmos musculares y/o agitación.
El sodio en orina puede solicitarse cuando la concentración de sodio en sangre está alterada, para determinar la causa del desequilibrio o como ayuda en la monitorización del tratamiento
Una concentración baja de sodio significa que hay hiponatremia, la cual normalmente se debe a una pérdida de sodio excesiva, a una ingesta o retención de agua excesivas o a una acumulación de fluidos en el organismo (edema). Si el sodio disminuye rápidamente, puede sentirse fatiga y debilidad; en casos severos, se puede experimentar confusión o incluso entrar en coma. Sin embargo, cuando el sodio disminuye lentamente puede no haber síntomas. Por esta razón se determina el sodio aunque no haya síntomas.
La hiponatremia raramente se debe a una disminución en la ingesta de sodio (ingesta deficitaria en la dieta o sodio deficiente en los líquidos de tratamiento intravenoso). Es más común que se deba a pérdidas de sodio debidas por ejemplo a enfermedad de Addison, diarrea, administración de diuréticos o enfermedad renal. En algunos casos, puede deberse a un consumo de agua excesivo como podría suceder durante el ejercicio o cuando se acumulan demasiados fluidos como en la insuficiencia cardiaca, cirrosis y enfermedad renal que cursa con pérdida de proteínas (síndrome nefrótico). En algunas enfermedades, particularmente aquellas en las que se ven involucradas el cerebro y los pulmones, algunos tipos de cáncer y con algunos fármacos, el organismo sintetiza demasiada hormona antidiurética (ADH) lo que causa un aumento de la retención de agua.
Una concentración elevada de sodio (hipernatremia) casi siempre se debe a una ingesta inadecuada de agua y a deshidratación. Los síntomas incluyen sequedad de las membranas mucosas, sed, agitación, inquietud, actos irracionales y convulsiones o coma si la concentración es extremadamente elevada. En casos raros, la hipernatremia puede deberse a un síndrome de Cushing o a la existencia de muy poca hormona antidiurética (enfermedad llamada diabetes insípida).
La concentración de sodio en la orina sería un dato a tener en cuenta para la evaluación correcta del sodio y su filtrado, evaluando así claramente la salud renal.
¿Cuál es el aporte recomendado de sal en la dieta?
En adultos se recomienda que el aporte de sal en la dieta no supere los 2300 mg por día; es importante no superar esta cantidad. Sin embargo, siguiendo una dieta normal, un adulto ingiere una cantidad adecuada de sodio.
Una fuente común de sodio proviene de la sal de mesa, de las comidas enlatadas o precocinadas y de encurtidos, aperitivos, galletas saladas y quesos. Las comidas servidas en restaurantes también suelen ser ricas en sal.
En personas con hipertensión o para las que el sodio puede ser contrapoducente, el hecho de controlar la ingesta de sal de la dieta puede suponer unos marcados beneficios para la salud. A pesar de que no se sea hipertenso, si se limita el consumo de sal disminuye el riesgo de desarrollar problemas asociados a hipertensión y enfermedad cardiaca. Cuanta menos sal se consume, menos apetencia se tiene por ella.
¿Existe alguna población susceptible de tener una concentración alta o baja de sodio?
Sí. Las personas con diarrea, sudoración excesiva, quemadas, vómitos, enfermedad de Addison, enfermedad renal o insuficiencia cardiaca congestiva pueden tener la concentración de sodio disminuida. Las personas con deshidratación, o que consumen diuréticos, con síndrome de Cushing, fibrosis quística, trastornos neurológicos, hipotiroidismo o insuficiencia renal pueden presentar aumentos de las concentraciones de sodio.
Para determinar si la concentración de sodio se encuentra dentro de los límites de normalidad y para ayudar a evaluar el equilibrio electrolítico y la función renal; para monitorizar las hipernatremias o hiponatremias (concentraciones altas o bajas de sodio) agudas o crónicas.
La pseudocolinesterasa es una enzima que tiene preferencia por los esteres de la colina con los ácidos alifáticos de más de dos carbonos. Así, hidroliza mucho más rápidamente la butirilcolina que la acetilcolina.
Para evaluar la función renal o monitorizar la eficacia de la diálisis y de otros tratamientos relacionados con enfermedad o lesión renal.
Como parte de un perfil metabólico básico o exhaustivo, o bien cuando se padece de una enfermedad aguda o crónica que pueda exacerbarse o ser la causa de una disfunción renal.
Esta prueba mide la cantidad de urea en la sangre. El nitrógeno, en forma de amonio, se produce en el hígado cuando tiene lugar la destrucción de las proteínas en aminoácidos y estos son metabolizados. El nitrógeno se combina en el hígado con otras moléculas formando el producto de desecho que es la urea. La urea es liberada a la circulación y transportada hasta los riñones donde se filtra, excretándose en la orina. Dado que este proceso se produce de manera continua, queda siempre una cantidad estable, aunque pequeña, de urea en la sangre.
La mayor parte de enfermedades o situaciones que afectan al hígado o los riñones pueden potencialmente repercutir sobre la concentración de urea en sangre. Si la cantidad de urea producida por el hígado aumenta o si se excreta menor cantidad de urea por los riñones, entonces las concentraciones de urea en sangre aumentarán. Si una lesión o enfermedad hepática inhibe la producción de urea, la concentración sanguínea de la misma puede disminuir.
La urea forma parte de las pruebas usadas más ampliamente para la valoración renal ante :
También puede solicitarse la urea:
Los hombres tienen niveles de urea más elevados que las mujeres debido a la masa muscular mayor en los primeros. Los valores de referencia satandares de urea tanto en adulto como en ni@s y jóvenes son:
Hombres 18-55 mg/dl
Mujeres 17-43 mg/dl
Niños 1-3 años: 11-36 mg/dl
4-13 años: 15-36 mg/dl
14-19 años: 18-45 mg/dl
La urea aumenta en las siguientes situaciones:
La urea disminuye en las siguientes situaciones:
¿Cómo varia la concentración de urea por la edad?
Las concentraciones de urea van aumentando con la edad. Los niveles de urea en bebés son aproximadamente 2/3 de los de un adulto sano, mientras que los niveles en adultos mayores de 60 años son ligeramente superiores a los que se observan en un adulto joven. Las concentraciones son ligeramente superiores en hombres que en mujeres.
¿Qué otras pruebas puedo pedirme además de la urea para conocer el funcionamiento de los riñones?
La urea y la creatinina son las pruebas de primera línea utilizadas para verificar en que medida los riñones son capaces de filtrar los productos de desecho de su sangre. Es posible que su médico solicite igualmente pruebas que incluyan electrolitos como el sodio y el potasio, o el calcio para entender mejor como están funcionando sus riñones.
¿Qué es el cociente Urea/Creatinina?
El cociente Urea/Creatinina acostumbra a situarse entre 10:1 y 20:1. Un cociente aumentado puede obedecer a una disminución del flujo de sangre hacia los riñones, como en una insuficiencia cardiaca congestiva o una deshidratación. También puede ser debido a un aumento de las proteínas, como sucede en los sangrados gastrointestinales, o como consecuencia de una dieta con alto contenido proteico. El cociente puede estar disminuido en enfermedades hepáticas y en la malnutrición.
Para evaluar la función renal o monitorizar la eficacia de la diálisis y de otros tratamientos relacionados con enfermedad o lesión renal.
En el laboratorio, se extrae una muestra de sangre periférica mediante un pinchazo en el brazo, y se analizan los siguientes valores:
Busca tu prueba con el buscador o bien selecciona un panel específico que incluye diferentes pruebas. Ahí encontrarás toda la información de la prueba.
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